En
la actualidad, los contextos de intervención educativa también se han visto
desarrollados y transferidos al ámbito no formal, debido fundamentalmente a
la necesidad que surge de las demandas
que de nuestra sociedad se derivan en un intento por cubrir una parte, por otro
lado esencial, de la vida enderezada al ocio y tiempo libre, y dentro de este
espacio, como una de las más adoptadas, el establecido para la práctica de
actividades físico-deportivas como espacios educativos.
Este hecho tiene su inicio en edades
tempranas y su culminación, a través del tiempo, con las personas de tercera
edad. En el transcurso de este período biográfico, la práctica deportiva y la
actividad física llevada a cabo a través de tareas de esta naturaleza, han
tenido diversas formas específicas de orientación. Por un lado, se encuentra el
deporte rendimiento y, por otro, la actividad física dirigida hacia la salud.
Debido a ello, han surgido numerosas instituciones que
tratan de dar respuestas a estas demandas en función de las características
poblacionales.
A
lo largo del presente proyecto se puso de manifiesto la importancia de los
clubes deportivos como espacios educativos, destacando los beneficios que
reporta la práctica físico-deportiva,
como una tarea de ocio y tiempo libre orientada hacia una mejora de la salud y,
por tanto, de la calidad de vida de las personas, junto a los valores que a sus atletas se transmiten en este tipo de organizaciones.
el ejercicio físico es
considerado, entre otros, como un factor que influye positivamente en la salud
del ser humano. Por ejemplo, en los infantes y adolescentes, una apropiada
práctica de la actividad física puede ayudar a obtener un óptimo desarrollo de
su cuerpo; en las personas adultas posibilita mantener un estado físico
favorable; mientras que en los ancianos, como pone de manifiesto MINGORANCE
(2001), se produce una mejora y conservación de las cualidades físicas
(resistencia, fuerza, flexibilidad y coordinación) y la consiguiente
repercusión en los sistemas y aparatos orgánicos asociados a las mismas
(sistema nervioso, aparato locomotor, cardiovascular, respiratorio y órganos
sensoriales), lo que proporcionará la mejora en la calidad de vida de las
personas.
Además, la actividad
física no sólo conlleva beneficios a nivel corporal, hay que tener en cuenta
también aquellos de carácter psicológico. Hay que liberar la mente, hay que
combatir el estrés, potenciando una adecuada agilidad mental y desarrollando la
capacidad de interrelación social, poniendo en marcha todos los procesos de
comunicación y de relaciones personales.
Igualmente, existen abundantes
motivos para confiar en el ejercicio físico como efecto preventivo ante el
consumo y abuso de drogas. Por ejemplo, por un lado, puede alterar variables
como la depresión o la ansiedad, pasando a considerarse como una alternativa a
los tratamientos farmacológicos en pacientes psiquiátricos. Por otro lado, a
través de la actividad física, se pueden estimular diversos rasgos psicológicos
como pueden ser, entre otros, el autoconcepto o las emociones (GARZÓN, 1998).
Hay que tener en cuenta las
numerosas y diversas manifestaciones que ha sido y es capaz de ofrecer el
deporte en nuestra sociedad. Tanto es así que ha ido evolucionando a lo largo
de la historia hasta llegar a ser considerado hoy por hoy como una de las
actividades con más capacidad de movilización y convocatoria desde el punto de
vista social. Así también lo manifiestan SORIA y CAÑELLAS (1991), considerando
al deporte como un fenómeno que ha estado muy ligado a la historia de la
humanidad. Evidentemente, su evolución ha estado condicionada por las diversas
circunstancias de carácter histórico, social y político. Así, se ha utilizado
como actividad social, como práctica de salud, como juego, como elemento de
formación y de disciplina.
La
práctica deportiva igualmente cumple también funciones socializadoras, es
decir, en la experimentación de actividades deportivas se pueden apreciar
también aspectos que favorecen el intercambio de relaciones personales. Esto
provoca en el individuo una serie de satisfacciones tanto en el ámbito personal
-en su desarrollo como persona- como a
escala social -en su interacción con los demás, que
también forma parte del desarrollo como ser humano-.
En
relación con esto último, de la misma forma se pueden destacar otros beneficios
que ofrece este tipo de actividades con respecto a la integración de personas
con algún tipo de dificultad o discapacidad. Como bien señalan OLAYO, VÁZQUEZ y
ALAPONT (1996), en pocos años las administraciones públicas y privadas han
incrementado de forma considerable el apoyo a la práctica deportiva de aquellas
personas con discapacidad, creándose incluso diferentes Federaciones de
deportes para estas personas. Ciertamente, a través de la práctica físico-deportiva se pueden canalizar diferentes actitudes constructivas y
beneficios tanto a las personas que presentan algún tipo de dificultad como a
las que no, como puede ser el respeto, la solidaridad o el compañerismo.
Al
mismo tiempo, el deporte se ha convertido en nuestros días en una particular
forma de vida. Son numerosas las tareas que giran en torno a la práctica
deportiva, reflejando de esta manera las también numerosas formas de vivir que
se pueden tener con el deporte como una manera de subsistir. Por ejemplo, se
pueden mencionar al entrenador, fisioterapeuta, nutricionista, especialista en medicina
deportiva, preparador físico, periodista deportivo, proveedor de materiales y
prendas deportivas, vendedor de esos materiales y prendas deportivas,
representante de deportistas, y por
supuesto el propio deportista.
Al
hilo de todo esto, SERRANO y CABRERA (1998) señalan que, de forma conceptual,
la participación deportiva podría considerarse como una diversidad de
comportamientos ligados a las distintas modalidades deportivas.
Tales comportamientos asociados
pueden descubrirse en dos categorías diferenciadas: una sería la
experimentación sensorio-motriz, la persona practica algún deporte; y otra
sería la experiencia cognitiva, la realización de alguna actividad englobada en
un conjunto que va desde presenciar algún evento deportivo (en directo, en
diferido, en el propio lugar donde se celebra el acontecimiento, o por
televisión), hasta leer o visionar un periódico deportivo o las páginas
deportivas de otro diario. Entre una y otra categoría se pueden apreciar una
gran variedad de esos comportamientos aludidos que se adhieren a las diferentes
prácticas deportivas.
Evidentemente, además, una misma
persona puede diversificar su participación en la actividad deportiva, ya que
en algún momento puede practicar un deporte y en otro momento puede ser, por
ejemplo, espectador de ese mismo u otro deporte (MAIZTEGUI y PEREDA, 2000). Por
eso es importante que, desde el ámbito educativo, se trabajen todos los
aspectos relacionados con la participación deportiva.
La
ejecución de actividades deportivas supone además advertir una sensación de
complacencia en la que cada individuo pretende alcanzar, a parte de los propios
objetivos característicos de su realización, otros propósitos personales, como
puede ser la relajación, la diversión o la evasión. En este sentido, SORIA y
CAÑELLAS (1991) argumentan que la evolución del deporte ha discurrido de dos
maneras, con sus peculiares implicaciones e intereses. Una de estas sería el
deporte de alta competición, en el que es muy valorado el rendimiento de los
sujetos; y otra sería la actividad físico–deportiva en el tiempo libre o como
hábito de salud, más cercana a la búsqueda de bienestar.
Es
precisamente esta segunda forma la que ha experimentado un creciente interés
respecto a la faceta social del deporte. Y aquí es donde se puede destacar el
novedoso ámbito de la animación deportiva, junto a la proliferación de
organizaciones de esta naturaleza que sirven de escenarios para la potenciación
y el desarrollo de este tipo de actividades: los clubes deportivos.
GRUPO DEPORTIVO NAPOLES F.C.