viernes, 17 de mayo de 2013

CONCLUSIONES GENERALES



En la actualidad, los contextos de intervención educativa también se han visto desarrollados y transferidos al ámbito no formal, debido fundamentalmente a la   necesidad que surge de las demandas que de nuestra sociedad se derivan en un intento por cubrir una parte, por otro lado esencial, de la vida enderezada al ocio y tiempo libre, y dentro de este espacio, como una de las más adoptadas, el establecido para la práctica de actividades físico-deportivas como espacios educativos.

            Este hecho tiene su inicio en edades tempranas y su culminación, a través del tiempo, con las personas de tercera edad. En el transcurso de este período biográfico, la práctica deportiva y la actividad física llevada a cabo a través de tareas de esta naturaleza, han tenido diversas formas específicas de orientación. Por un lado, se encuentra el deporte rendimiento y, por otro, la actividad física dirigida hacia la salud. Debido a ello, han surgido numerosas instituciones que tratan de dar respuestas a estas demandas en función de las características poblacionales.



A lo largo del presente proyecto se puso de manifiesto la importancia de los clubes deportivos como espacios educativos, destacando los beneficios que reporta la práctica físico-deportiva, como una tarea de ocio y tiempo libre orientada hacia una mejora de la salud y, por tanto, de la calidad de vida de las personas, junto a los valores que a sus atletas se transmiten en este tipo de organizaciones.


el ejercicio físico es considerado, entre otros, como un factor que influye positivamente en la salud del ser humano. Por ejemplo, en los infantes y adolescentes, una apropiada práctica de la actividad física puede ayudar a obtener un óptimo desarrollo de su cuerpo; en las personas adultas posibilita mantener un estado físico favorable; mientras que en los ancianos, como pone de manifiesto MINGORANCE (2001), se produce una mejora y conservación de las cualidades físicas (resistencia, fuerza, flexibilidad y coordinación) y la consiguiente repercusión en los sistemas y aparatos orgánicos asociados a las mismas (sistema nervioso, aparato locomotor, cardiovascular, respiratorio y órganos sensoriales), lo que proporcionará la mejora en la calidad de vida de las personas.


Además, la actividad física no sólo conlleva beneficios a nivel corporal, hay que tener en cuenta también aquellos de carácter psicológico. Hay que liberar la mente, hay que combatir el estrés, potenciando una adecuada agilidad mental y desarrollando la capacidad de interrelación social, poniendo en marcha todos los procesos de comunicación y de relaciones personales.

            Igualmente, existen abundantes motivos para confiar en el ejercicio físico como efecto preventivo ante el consumo y abuso de drogas. Por ejemplo, por un lado, puede alterar variables como la depresión o la ansiedad, pasando a considerarse como una alternativa a los tratamientos farmacológicos en pacientes psiquiátricos. Por otro lado, a través de la actividad física, se pueden estimular diversos rasgos psicológicos como pueden ser, entre otros, el autoconcepto o las emociones (GARZÓN, 1998).
 
Hay que tener en cuenta las numerosas y diversas manifestaciones que ha sido y es capaz de ofrecer el deporte en nuestra sociedad. Tanto es así que ha ido evolucionando a lo largo de la historia hasta llegar a ser considerado hoy por hoy como una de las actividades con más capacidad de movilización y convocatoria desde el punto de vista social. Así también lo manifiestan SORIA y CAÑELLAS (1991), considerando al deporte como un fenómeno que ha estado muy ligado a la historia de la humanidad. Evidentemente, su evolución ha estado condicionada por las diversas circunstancias de carácter histórico, social y político. Así, se ha utilizado como actividad social, como práctica de salud, como juego, como elemento de formación y de disciplina.

La práctica deportiva igualmente cumple también funciones socializadoras, es decir, en la experimentación de actividades deportivas se pueden apreciar también aspectos que favorecen el intercambio de relaciones personales. Esto provoca en el individuo una serie de satisfacciones tanto en el ámbito personal -en su desarrollo como persona- como a escala social -en su interacción con los demás, que también forma parte del desarrollo como ser humano-.


En relación con esto último, de la misma forma se pueden destacar otros beneficios que ofrece este tipo de actividades con respecto a la integración de personas con algún tipo de dificultad o discapacidad. Como bien señalan OLAYO, VÁZQUEZ y ALAPONT (1996), en pocos años las administraciones públicas y privadas han incrementado de forma considerable el apoyo a la práctica deportiva de aquellas personas con discapacidad, creándose incluso diferentes Federaciones de deportes para estas personas. Ciertamente, a través de la práctica físico-deportiva se pueden canalizar diferentes actitudes constructivas y beneficios tanto a las personas que presentan algún tipo de dificultad como a las que no, como puede ser el respeto, la solidaridad o el compañerismo.
 

Al mismo tiempo, el deporte se ha convertido en nuestros días en una particular forma de vida. Son numerosas las tareas que giran en torno a la práctica deportiva, reflejando de esta manera las también numerosas formas de vivir que se pueden tener con el deporte como una manera de subsistir. Por ejemplo, se pueden mencionar al entrenador, fisioterapeuta, nutricionista, especialista en medicina deportiva, preparador físico, periodista deportivo, proveedor de materiales y prendas deportivas, vendedor de esos materiales y prendas deportivas, representante de deportistas, y por supuesto el propio deportista.

  

Al hilo de todo esto, SERRANO y CABRERA (1998) señalan que, de forma conceptual, la participación deportiva podría considerarse como una di­versidad de comportamientos ligados a las distintas modali­dades deportivas.

            Tales comportamientos asociados pueden descubrirse en dos categorías diferenciadas: una sería la experimentación sensorio-motriz, la persona practica algún deporte; y otra sería la experiencia cognitiva, la realización de alguna actividad englobada en un conjunto que va desde pre­senciar algún evento deportivo (en directo, en diferido, en el propio lugar donde se celebra el acontecimiento, o por televisión), hasta leer o visionar un periódico deportivo o las páginas deportivas de otro diario. Entre una y otra categoría se pueden apreciar una gran variedad de esos comportamientos aludidos que se adhieren a las diferentes prácticas deportivas.

            Evidentemente, además, una misma persona puede diversificar su participación en la actividad deportiva, ya que en algún momento puede practicar un deporte y en otro momento puede ser, por ejemplo, espectador de ese mismo u otro deporte (MAIZTEGUI y PEREDA, 2000). Por eso es importante que, desde el ámbito educativo, se trabajen todos los aspectos relacionados con la participación deportiva.

  

La ejecución de actividades deportivas supone además advertir una sensación de complacencia en la que cada individuo pretende alcanzar, a parte de los propios objetivos característicos de su realización, otros propósitos personales, como puede ser la relajación, la diversión o la evasión. En este sentido, SORIA y CAÑELLAS (1991) argumentan que la evolución del deporte ha discurrido de dos maneras, con sus peculiares implicaciones e intereses. Una de estas sería el deporte de alta competición, en el que es muy valorado el rendimiento de los sujetos; y otra sería la actividad físico–deportiva en el tiempo libre o como hábito de salud, más cercana a la búsqueda de bienestar.

            Es precisamente esta segunda forma la que ha experimentado un creciente interés respecto a la faceta social del deporte. Y aquí es donde se puede destacar el novedoso ámbito de la animación deportiva, junto a la proliferación de organizaciones de esta naturaleza que sirven de escenarios para la potenciación y el desarrollo de este tipo de actividades: los clubes deportivos.



 GRUPO DEPORTIVO NAPOLES F.C.