Las
relaciones interpersonales son clave en la correcta gestión de un grupo de
futbolistas. El factor de la diferencia de edad entre jugador y entrenador,
que es lo más normal, agudiza la dificultad de comunicación entre las dos
partes.
El
entrenador está más acostumbrado a comunicarse mediante explicaciones de conceptos que son muy
abstractos y no son de fácil comprensión para el jugador. Utilizando situaciones reales
de partido o ejemplos gráficos con un lenguaje llano y directo, superaríamos
esa barrera y mejoraríamos el desarrollo de nuestro plan de juego el día del
partido.
Presentamos una serie de puntos que deben
fijar nuestra hoja de ruta y no debemos obviar cuando nos planteamos conectar
con los jugadores:
1.
Adaptarse al contexto: Las "enseñanzas" del entrenador no pueden
ser iguales con cada grupo ni en diferentes clubes. El buen entrenador es aquel
que sabe modificar y cambiar sus explicaciones en función de los intereses de
los jugadores, de las características del club, de la plantilla que tiene y del
contexto y de la realidad que le rodea. No debe existir un plan de juego inamovible. No debemos
ser insensibles a estos aspectos ya que son los que marcan la diferencia. Por
eso existen entrenadores que son brillantes en algunos equipos y en el momento
en el que fichan por un nuevo club y esa "magia" se destruye,
fracasan estrepitosamente. Los maestros tenemos muy en cuenta ese factor porque
les garantizo que no se puede enseñar igual en un colegio con alumnado de clase
social alta que en otro con alumnado más desfavorecido.
2.
Preocuparse por sus problemas: Desde nuestro rol de entrenador, no debemos
mostrarnos insensibles ante lo que rodea al fútbol: padres, prensa, ambiente,
situación personal de los jugadores. Nos perjudica muchísimo dar la imagen de
profesional que viene a hacer su trabajo y luego se va. Hay que tener empatía
con los recursos humanos que manejamos, hablar mucho con los jugadores, ayudar
con nuestros consejos, agradecer y valorar las opiniones que nos den. Ayuda
mucho adoptar una relación de cercanía con los jugadores, utilizando mucho el
leguaje gestual. En definitiva, los jugadores deben saber que vamos a estar
ahí, que nos vamos a implicar y hacer lo posible para minimizar sus
preocupaciones.
3.
Mantener nuestras buenas relaciones: Es muy importante conservar las
amistades que tenemos con los jugadores, incluso cuando hemos dejado de ser sus
entrenadores. Es el mayor indicador de que no estamos "de paso" en
los clubes. Establecer una conexión hace que ésta dure toda la vida. La
reciprocidad de esa relación hace que esos jugadores hablen bien de nosotros y
de nuestro método y que si nosotros necesitamos algún jugador si estamos
entrenando en otro club, los futbolistas no duden a la hora de incorporarse a
nuestro equipo.
4. Saber
escuchar, no solo dirigir: Los jugadores nunca pueden pensar que sus opiniones le son indiferentes
al entrenador. Un buen entrenador debe ser comunicador excelente pero no solo
eso. Debemos preguntar a los jugadores por situaciones de partido, que opinión
tienen sobre el plan de juego. Si son ellos los que se dirigen a nosotros,
debemos ser asertivos y respetar siempre su opinión. Es imprescindible utilizar
momentos de los entrenamientos para hablar individualmente con los jugadores y
preguntarles como están o como se sienten.
5.
Evitar las injusticias: Mantener la cabeza fría y ser coherente con tu
discurso es quizás el punto más importante para evitar que el vestuario se
descontrole y pierda la confianza en ti. No podemos solucionar el mismo
conflicto de maneras diferentes a lo largo de una misma temporada. Debemos
reflexionar sobre el código de conducta a aplicar y mantener nuestro criterio
sin diferenciar si el jugador es titular o suplente. Dudar de su
profesionalidad debe ser una línea roja. Si los jugadores ven que juega más el
que se queja, el que habla más con el entrenador o no se sanciona igual a jugadores
que son "estrellas" del equipo, perderemos la condición de ser
imparciales y objetivos. Nuestros días en el club estarán contados en cuanto
los resultados vayan mal.
6.
Saber aprender de los jugadores también: Cada relación
"entrenador-futbolistas" es un aprendizaje para ambas partes, nuestra
experiencia entrenando hace que nos sea más fácil adaptarnos a ello. No es
bueno ver las cosas desde un "pedestal", hay que ponerse al nivel de
los jugadores que son los que se dejan la piel en el campo día a día. El
diálogo es bueno. No nos debe importar escuchar las ideas que tienen sobre
determinados aspectos del plan de juego. Se les debe reconocer y agradecer
cuando hayan tenido una idea brillante y tenemos que rebatir con argumentos
sólidos cuando consideremos que su propuesta no es la más acertada. Eso sí,
siempre con respeto y sin menosprecio hacia la otra parte implicada.
6.
Flexibilizar las normas: No debe ser la tónica general, pero debemos
escuchar al jugador antes de sancionarle o reprenderle una actitud por muy
culpable que parezca. A veces, puede haber algún condicionante externo que
justifique su falta de puntualidad, de respeto o de compromiso con el equipo.
Hemos de tener mucha paciencia, los gritos y aspavientos no contribuyen a hacer
reaccionar al jugador. En caso de flexibilizar las normas con alguien, debemos
explicar el motivo al resto de la plantilla para no suscitar habladurías
sobre supuestos tratos de favor a determinados jugadores.
7.
Subir su autoestima: Como entrenadores, nuestra confianza en el plantel
debe ser ilimitada. Cuidar la "salud emocional" de nuestros jugadores
es una prioridad. Todo lo que decimos o hacemos tiene una consecuencia
sobre la autoestima de los jugadores. Es clave evitar juicios de valor y críticas
constantes. Si consideramos que el equipo lo hace todo mal, hay que seleccionar
una serie de puntos para poner énfasis y no olvidarnos de decir cosas buenas
también. Usar expresiones positivas como "confío en ustedes",
"sé que lo vas a lograr" o "puedes hacerlo" ayudan más que
las críticas feroces y destructivas.
8.
Compartir alguna afición o actividad: Siempre ayuda mantener conversaciones
informales con los jugadores sobre aspectos de nuestras vidas personales. Los
jugadores también deben conocer los gustos y aficiones del entrenador. El
factor de compartir determinados ídolos musicales o deportivos, asistir a
eventos, afición por alguna serie televisiva o practicar alguna actividad como
ciclismo o running en nuestro tiempo libre, ayuda a hacer grupo. Y no debemos olvidar
que el entrenador también debe ser parte de ese grupo aunque no deba ponerse al
mismo nivel que los jugadores siempre.
Si cuidamos cada uno de estos aspectos, tendremos muchas más opciones de
realizar una buena temporada como entrenador en un club. Ser siempre justo y
objetivo es una tarea de extrema dificultad, por eso muchos entrenadores optan
por entrenar en ciclos cortos a cada equipo. Con perseverancia y constancia,
seguro que conseguirán sus propósitos de formar jugadores y hacerles un nombre
en el mundo del fútbol como referente de honestidad y adaptabilidad en cada
club al que entrenes.
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